lunes, 22 de septiembre de 2014

El puente de arco iris

Cuando todo era oscuridad, el gran señor Rayo reinaba en el cielo. Este gran señor pasaba largas horas contemplando sus cuatro ollas de barro. En la primera dormían las nubes, en la segunda se arrullaba el agua, en otra reposaba el granizo y en la última se cobijaba el aire. Cada una de las ollas era de mucha importancia y por eso estaban custodiadas por rayos menores que eran como lagartijas enrolladas en las ollas, a estas pequeñas lagartijas las llamaban Chinteté.

Un día el Rayo ordenó destapar la olla en la que dormían las nubes y estas cubrieron el cielo y se desató una gran tormenta de rayos y truenos. Pero ni una sola gota de agua mojó la tierra seca. Entonces pidieron al Rayo que les mandara agua para calmar su sed. Entonces el Rayó mandó al Chinteté que la custodiaba que destapara la segunda olla. Y la lluvia no dejó de caer durante varios días.

Los pueblos de la tierra vieron como sus pueblos se inundaban de agua y le pidieron al rayo que cesara la lluvia, pero el Rayo estaba muy divertido observando cómo se afanaban los hombres de la tierra y decidió destapar la tercera de las ollas y empezó a caer sobre la tierra granizo. Los hombres, los animales y los pájaros creyeron que el fin del mundo se acercaba y pidieron al Rayo que destapara la olla del aire, para que este se llevara a las nubes y cesara la tormenta.

Pero el rayo no aceptó liberar el aire pues disfruta con la tormenta. Pero el Chinteté que la cuidaba se compadeció de los habitantes de la tierra y dejó escapar el aire de la olla. Un fuerte viento sopló y despejó completamente el cielo que se tornó azul. Al instante un enorme disco dorado apareció en medio del cielo.

El rayo al reconocer que había vencido el sol se llenó de cólera, pero al ver que los hombres eran más felices cuando el brillaba, le rindió honores. Para demostrar su respeto construyó un puente de siete colores que unió el Cielo y la Tierra.

miércoles, 20 de agosto de 2014

La vida a partir de los dioses

Los antiguos mexicanos creían en un dios llamado Tonacatecuhtli, quien tuvo cuatro hijos con su mujer Tonacacihuatl. El mayor nació colorado y lo llamaron Tlatlauhqui. El segundo nació negro y lo llamaron Tezcatlipoca. El tercero fue Quetzalcóatl. El más pequeño nació sin carne, solo con los huesos, y así permaneció durante seis siglos. Como era zurdo lo llamaron Huitzilopochtli. Los mexicanos lo consideraron un dios principal por ser el dios de la guerra.

Según nuestros antepasados, después de seiscientos años de su nacimiento, estos cuatros dioses se reunieron para determinar lo que debían hacer. Acordaron crear el fuego y medio sol. pero como estaba incompleto no relumbraba mucho. Luego crearon a un hombre y a una mujer y los mandaron a labrar la tierra. A ella también le ordenaron hilar y tejer, y le dieron algunos granos de maíz para que con ellos pudiera adivinar y curar.

De este hombre y de esta mujer nacieron los macehuales, que fueron la gente trabajadora del pueblo.Los dioses también hicieron los días y los repartieron en dieciocho meses de veinte días cada uno. De ese modo el año tenía trescientos sesenta días.

Después de los días formaron el infierno, los cielos y el agua. En el agua dieron vida a un caimán y de él hicieron la tierra. Entonces crearon al dios y a la diosa del agua, para que enviaran a la tierra las lluevias buenas y las malas. Y así fue como dicen que los dioses hicieron la vida.

martes, 22 de julio de 2014

Leyenda del árbol del ahorcado

La leyenda del árbol del ahorcado cuenta la historia de un joven que se encontraba internado en el hospital civil viejo, al lado del panteón de belén. Se dice que el joven se encontraba en la última etapa de su enfermedad, su madre lo acompañaba en todo momento diciéndole que todo estaría bien, un día ella le deja en la mano una estampita de un santo, el joven al despertar y ver la imagen la maldice mientras reniega de su suerte, la madre intentó calmarlo pero el joven se negó a escucharla, le ordenó a que se fuera y lo dejara solo y ella accedió tristemente.


Al volver a la habitación la madre se dio cuenta que su hijo no estaba, lo encontraron ahorcado en un árbol junto al hospital en lo que hoy es el panteón. De aquel árbol hoy solo queda el tronco principal, pero muchos afirman que en la sombra del tronco se puede ver aun al ahorcado colgando del árbol.

lunes, 12 de mayo de 2014

Leyenda del murciélago

Cuenta la leyenda que el murciélago fue el ave más bella de la creación, este era tal y como lo conocemos hoy y se llamaba biguidibela, el nombre significaba mariposa desnuda. Un día decidió subir al cielo y pedirle plumas al creador ya que había visto que otros animales que volaban las tenían. El creador no tenía plumas, así que le recomendó bajar de nuevo a la tierra y pedir una pluma a cada ave. Así lo hizo el murciélago, eso sí, recurriendo solamente a las aves con plumas más hermosas y de más colores.

Cuando acabó su cometido, el murciélago se había hecho con un gran número de plumas que envolvían su cuerpo. Consciente de su belleza, volaba y volaba mostrándola orgulloso a todos los pájaros, que paraban su vuelo para admirarle. Agitaba sus alas ahora emplumadas con cierto aire de prepotencia. Una vez, como un eco de su vuelo, creó el arco iris.

Leyenda del murciélago

Era tanto su orgullo que la soberbia lo transformó en un ser ofensivo con las demás aves. Con su continuo pavoneo, hacía sentir chiquitos a cuantos estaban a su lado, sin importar las cualidades que ellos tuvieran. Hasta al colibrí le reprochaba no llegar a ser dueño de una décima parte de su belleza.

Cuando el creador vio que el murciélago no se contentaba con disfrutar de sus nuevas plumas, sino que las usaba para humillar a los demás, le pidió que subiera al cielo, donde también se pavoneó y aleteó feliz. Aleteó y aleteó mientras sus plumas se desprendían una a una, descubriendo su cuerpo como al principio.

Durante todo el día llovieron plumas del cielo, y desde entonces el murciélago ha permanecido desnudo, retirándose a vivir en cuevas y olvidando su sentido de la vista para no tener que recordar todos los colores que una vez tuvo y perdió.

jueves, 1 de mayo de 2014

La casa blanca

Cuenta la leyenda que en uno de los barrios más hermosos del sur de la Ciudad de México se encuentra una casa blanca. Esta fue edificada en el siglo XVII por los condes de Oploca, al estilo de las casas del campo de la época. Su portal es sencillo y hermoso; en la parte superior del zaguán puede verse un escudo de armas. Los condes, más tarde, fundaron en ella una institución de frailes evangelizadores con destino a catequizar a los niños filipinos, por lo cual se le conoció como La Casa de los Niños de China.

Durante la intervención norteamericana de 1847, dio posada a las tropas extranjeras; y más tarde, de 1863 a 1867, fue ocupada por las fuerzas armadas francesas, con la anuencia de su entonces dueño José del Villar y Bocanegra. Luego, la casa pasó a ser una congregación de monjas. El inmueble se vendió en repetidas ocasiones; en 1902 era propiedad de Willam Lucien Morkil.


Leyendas Mexicanas: La casa blanca

La leyenda de la Casa Blanca cuenta que doña Giomar, dueña de la casa, tenía un enamorado que le prometió, formalmente, matrimonio. Pero don Lope, que era un mujeriego de primera le faltó a su promesa. Decepcionada y herida en lo más profundo de su corazón, doña Giomar murió de la pena. Años después, de regreso a México, don Lope pasó por la puerta de la Casa Blanca, y escuchó una voz que desde adentro le llamaba. La curiosidad le hizo acercarse a una ventana, agarrar los barrotes y tratar de ver hacia el interior. Cuando don Lope asustado trato de huir, no pudo despegar las manos de las rejas. Infortunadamente, al día siguiente fue encontrado muerto en la ventana y con las manos fuertemente apretadas a las rejas de hierro forjado. Desde el día de este hecho legendario hasta hoy, por la ventana puede verse a la luz de la Luna a doña Giomar sentada esperando la llegada de su amado.